Por Magaly Zapata
Tribuna da Tauromaquia

Granada otra jornada inolvidable. Segunda y lamentablemente penúltima -para mi- (que no es bueno nunca decir última) tarde de toros en la Graná de aires nazaríes en la que salió del cartel Cayetano por recrudecer su lesión en la mano durante una tienta, según nos contó su apoderado y en su lugar volvió por la reconquista de su plaza, El Fandi. En medio de dos sevillanos como Morante y Aguado. 

Los toros de Juan Pedro Domecq Morenés no fueron lo que se esperaba, al menos para mí. Sin fuerzas, hasta dos devueltos en el 4º turno de Morante y el remiendo fue Jandilla. Salvó el 3º con clase y el de mejores hechuras, bajo de manos, bonito y armónico, que embistió con clase en la muleta de Aguado que templó con suma naturalidad y garbo sevillano y cortó oreja en tarde en que se guardó minuto de silencio por el fallecimiento del maestro Andrés Vásquez. 
Otro que fue lucido por taparle defectos fue el quinto, como otros alto y basto de hechuras y sin romper, sin fuerzas, sin salir de las telas. 

Fue lucido dije... y fue, una vez más, David Fandila el que lo hizo. Anteayer pletórico triunfó. Ayer fue más. Rotundo, apabullante, contundente. Por sus ansias de ‘novillero’ cuando Aguado llevaba una y Morante la puerta grande, el torero de Graná no iba a irse con las manos vacías y se empleó a fondo. De cabo a rabo. Variado con el capote, muy dado a las zapopinas esta vez, pero sobretodo y principalmente estructurado y claro de ideas conceptos y técnicas para hacer que le valga lo que tenia entre manos. Un castaño quemado corto de cuello, alto de cruz, que no humillaba que no tenía fuerzas pero… se movía. Y esa fue la clave para que Fandi desplegara un variado repertorio muleteril que siguió a cuatro pares de rehiletes. Sí, cuatro. Y dos pares en manos que colocó uno tras otro, al violín y recolocándose ganándole la cara de inmediato para dejar el segundo par. Fue tanto y tan vibrante el momento que la plaza se puso en pie. Y corriendo para atrás lo detuvo cuando el toro intentó ir por el. De maestro. 
No dejó Fandi que le tocaran su toro. Faena larga que fue de menos a más porque todo absolutamente todo lo hizo a favor del toro, materia prima de su triunfo. Empezó de rodillas y recibiéndolo en largo, luego trasteó a media altura siempre muy templado y condujo a más las embestidas. Y como por hacer consonancia con el compás que marcaba la banda, bajó la intensidad y detuvo el tiempo, o se engarzó con la música para torear lento, suave, despacio. El toro entregado al poderío sutil del granadino, a media altura siempre, aceptó sin regañar tres circulares invertidos y dos más que otra vez pusieron la plaza en pie. 
Lo conversábamos luego, en la noche, con taurinos y el matador y empresario ecuatoriano José Luis Cobo, Fandi estuvo enorme. Inconmensurable. Estoconazo y a cobrar las dos. Una vez más salió en volandas de su plaza. Ya no sé cuantas van. Lo que si sé es que puede que yo haya sido testigo de la mejor tarde de su vida. Demostró y tapó bocas. 

Aguado -como dije- tuvo el mejor y lo aprovechó solvente y natural, templado y saleroso, muy sevillano y a la vez parco. De aquel que ejecuta partitura de lujo con excelsa musicalidad. Oreja. En el otro no lo acompañó la suerte y la faena se diluyó como el sosito que tuvo enfrente. 

Morante estuvo y ¡cómo!. Meciendo en sus aires capote al primero y sin redondear faena pero sí tocó pelo. Salió el 4º. Devuelto. El bis, también devuelto. Derrengados de atrás estaban. El tris, un jabonero sucio de Jandilla de bonitas hechuras, lo alivió en el saludo vaciando por arriba, exagerado me pareció. No dejó ver cuánto y cómo se podía emplear. Ceño fruncido al tomar los trastos y parecía que no... pero mediado el trasteo se convenció de que si. Y vaya pitón izquierdo tenía el astado, con ritmo y profundidad. Hasta que se convenció y nos hizo disfrutar de un Morante al natural, hondo y asentado moviendo los vuelos y encajado. Pocas tandas pero sabrosas y toreo caro en un palmo de terreno. Espada y otra peluda más. 

Así fue que descubrí una nueva plaza que lleva muchísimos años enhiesta por Frascuelo, el maestro. Existe en la zona de propietarios la cabeza de un Miura de tremenda arboladura disecado por 1880 que lo certifica. 
Así fue que te conté mis sensaciones allende parámetros de crónica o reseña. Porque eso quise en este viaje a España, cruzar el charco para sentir, para volver a vivir. Porque ya lo dije por este barrio, que vivir sin ver torear…no es vivir; y tras 7 años “Veni, vidi, vici” porque reviví para honrar mi vida.