Por Jesús López Garañeda, Federación Taurina de Valladolid.

No parece ni medio bien que el próximo carnaval del toro de Ciudad Rodrigo tenga ganaderías y toreros extrañas a la tierra de Salamanca, habiéndose dejado de lado la presencia de toreros de la zona, de tal forma que por un lado no se da oportunidad a quienes viven en ella y por otro no se busca, antes bien se rechaza, la promoción de lo propio.

Pero eso al oír, ya veremos en el momento en que salgan los carteles definitivos, los participantes en el Carnaval del Toro de Miróbriga y las ganaderías que llevarán sus reses a las calles y a la vieja plaza de Ciudad Rodrigo, echando de menos la lista de diestros toreros que pueden desempeñar perfectamente el papel de su vocación en los distintos festejos y novilladas, sería una decisión negativa.

Podrá decirse, sin temor a errar, que el toreo es algo ecuménico, universal y destacar las figuras de la zona por encima de las otras a algunos les puede parecer excesivo. Pero esa es la creencia. Tal vez errónea. Como ampliación cuando llegan las ferias de las ciudades, a los toreros locales se les margina en aras de una baraja de diestros más famosos, más reconocibles, más apetecibles, sin pensar que ellos tampoco por sí mismos llenan los tendidos de aficionados con entrada.

En Ciudad Rodrigo se olvidan de Juan del Álamo; de los hermanos Damián y Javier Castaño; de Eduardo Gallo; de Álvaro de la Calle; de Alejandro Marcos; de Antonio Grande; de Manuel Diosleguarde… Cuando con esas varillas sobraba y bastaba para hacer de una Feria del Carnaval del Toro un abanico espectacular.

Y con las ganaderías algo parecido. Por una parte la escasez de reses, rebajadas sus producciones ha supuesto que asciendan los precios a cantidades que en otros años se consideraban excesivas, sin darnos cuenta que todo va en la oferta y la demanda. Y así si hay menos toros en las ganaderías, lógicamente subirán los precios. Y no solo por la rebaja de animales en las explotaciones sino, y esto es lo más importante, por los precios más que desorbitados de piensos, jornales y mantenimientos.

En fin. Así están las cosas.

Pero no pensemos, porque no es así, que en otras partes de España dan duros a cuatro pesetas. O como modernamente diríamos, dar euros a cincuenta céntimos.