Por Jesús López Garañeda / Federación Taurina de Valladolid

Vi ayer la corrida de Victorino en Valencia por la televisión, pues Canal toros la retransmitió en directo. Entre las innovaciones que se están incluyendo en los lances toreros apareció el capote de seda azul, como su vestido de luces, del maestro Antonio Ferrera que en su forma de entender llega a gestos, posturas, momentos… excesivamente amanerados y forzados.

Uno de estos fue parar a sus toros con un capote de seda azul, más propio de avatares de lujos reales contados en los cuentos, que con la característica de la tela como es tradicional en un capote de brega y casi la habitual en todos los toreros, es decir rosa y amarillo, haz y envés.

Antonio Ferrera bregó con sus dos victorinos y posteriormente como director de lidia con su capote de ensueño de hadas y cielo, pero a mí viéndole componer la figura y airear la tela me resultó cuando menos extraño y no demasiado grato a la vista y a mi personal criterio.

Posiblemente en aras de esas modas extrañas de transformaciones, cualquier día se puedan ver a toreros con muletas de colorines, pintadas o pintarrajeadas en lugar del color encarnado que siempre han tenido esos elementos formales para la lidia.

Creo sinceramente que en eso no está la transformación y cambio que precisa la Tauromaquia, sino en algo mucho más profundo, pero que cualquier dedicado y delicado pinturero nos quiere hacer ver que eso es estéticamente bello, metiéndolo por los ojos, cuando la fiesta de toros está en el sentido profundo de la verdad, de la tradición y de sus raíces originales. Otra cosa son aditamentos inútiles, fatuos y plenos de orgullo personal, aunque tengan sentido benéfico, para componer una sinfonía de colorines en la lidia de toros.

Fotos: ALBERTO DE JESÚS