"Alvarito", "don Álvaro" y mi abuelo... (en la muerte de Álvaro Domecq Romero)
rbtribuna
Un día, cuando mi abuelo era electricista-jefe en la mayor empresa conservera de pescado de Europa, le encomendaron irse una temporada a colocar, con una brigada de obreros, la nueva instalación eléctrica de una fábrica de conservas -del mismo grupo- en la localidad gaditana de Barbate. Allí pasó una temporadilla. Lo suficiente para hacer un par de veces los 45 kilómetros que separan Barbate de aquellos campos maravillosos de Medina Sidonia, llamar a la puerta de la finca que entonces era de don Álvaro Domecq y Díez y preguntar si podía pasar y entretenerse viendo las tareas con la ganadería que allí se llevaban a cabo... Le dijeron que sí y allí se escapó un par de fines de semana, cuando estaba libre del trabajo en la conservera de Barbate.
Allí, mi abuelo vio entrenar durante horas, a un joven Álvaro Domecq Romero, caballista excepcional, buen torero a caballo y enamorado de aquel mundillo del toro y los equinos. Desde entonces, para mi abuelo, el hombre que hoy se ha muerto, era "Alvarito", a quien luego tendría ocasión de ver torear en La Maestranza y en alguna que otra plaza más.
Para mi abuelo era "Alvarito" porque "don Álvaro" era su padre, Álvaro Domecq y Díez, que también fue buen rejoneador y excelente ganadero, pero que -a diferencia de su hijo- acabó sabiendo más de toros que de caballos (entiendo yo) mientras que quien hoy se ha muerto, acabó sabiendo más de caballos que de toros (también entiendo yo) sin que sobre los últimos fuese en nada ignorante, sino todo lo contrario.
A estas horas, quien hoy se ha muerto, habrá cruzado ya el umbral del cielo, habrá llamado a la puerta, San Pedro habrá ordenado a mi abuelo Emilio que vaya a ver quien es y, si acaso, abra... Y mi abuelo habrá visto, por la rendija de la puerta, quien llamaba... y no habrá podido contenerse un instante y así exclamar :
---Pero hombre, Alvarito, un día me abrieron la puerta en Los Alburejos y me dejaron pasar para verte entrenar con aquellos caballos y aquellas vacas... y ahora me manda San Pedro a ver quien llama aquí a la puerta... y me encuentro contigo... ¡vaya por Dios!, vente pacá, que te voy a decir por dónde anda tu padre, don Álvaro...
Y así imagino que habrá sido ya, a estas horas, en el más allá.
A los que somos creyentes, nos queda eso : la fe; la fe y la confianza en la infinita Misericordia de Dios (señor Jesucristo que dijiste a los Apóstoles : mi paz os dejo, mi paz os doy; no mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia...)
Cuando los años van pasando, cuando ya eres viejo y vas viendo cuántos, más o menos amigos, más o menos conocidos, incluso rostros populares, van cayendo en el camino... no puedes por menos que sentir abatimiento, tristeza profunda... más, mucha más de la que tenías antaño, cuando eras más joven y conocidos fallecían. Así es y y así será a medida que los años avancen inexorablemente.
Y en cada muerte que se produce y te abate, que te sumerge en la tristeza, por lo general hay una historia, que -a veces- como es el caso, no solo es la de quien ha muerto, sino la de familiares tuyos, o uno mismo, en la relación que tuvieron o tuviste con quien ahora parte.
En el caso de Álvaro Domecq Romero, "Alvarito", es esa historia que antes os contaba de mi abuelo (que en paz descanse). Y también la mía... Porque muchísimos años después de aquellos dos fines de semana de mi abuelo Emilio en Los Alburejos... el nieto, quien esto escribe, iba camino de Algeciras atravesando desde Jerez, le dio por hacer la "Ruta del Toro" y viendo en aquel alto lo que quedaba del castillo de Torrestrella, decidió acercarse a Los Alburejos y llamar a la puerta... Me la abrieron, incluso sabiendo que yo era periodista, se brindaron a mostrarme todo... y, sin embargo, aunque agradecí, opté por no ver nada... porque ni "Don Álvaro", ni "Alvarito" estaban aquel día en la casa y finca. Y si ellos no estaban aquella tarde, a nadie podía contarle la historia de mi abuelo Emilio de tantos años atrás...
Hoy, 18 de Noviembre de 2025... ya no están en este Mundo terrenal, ni mi abuelo Emilio, ni "don ´-Alvaro", ni "Alvarito"... ¡Qué pena más grande!.
Y ya excuso de llamar otra vez, un día, a la puerta de "Las Alburejos", porque allí Domecq ya no quedan; que aquellas 600 hectáreas hace casi 5 años que las compraron unos sujetos de "un grupo inversor extranjero".
¡Así es la Vida!. Todo tiene un final.
Descanse en paz "Alvarito".
Y mi agradecimiento -no hace falta que a el se lo diga- a mi abuelo Emilio por haberme enseñado lo mucho que me enseñó sobre la Tauromaquia que tanto amaba. Seguro que su espíritu, este martes, estará muy disgustado. Porque ha muerto "Alvarito" ("con Vidrié, el no va más del rejoneo", como tantas veces de niño me decía). Descansen todos en paz : mi abuelo, "don Álvaro" y "Alvarito"
EUGÉNIO EIROA
P. S. ) No quiero dejar atrás el reconocimiento que en esta hora cabe hacer al incansable promotor taurino portugués Luis Miguel Pombeiro. Salvo error u omisión, el fue quien más recientemente, en Portugal, se acordó de Álvaro Domecq Romero, haciéndole objeto de un homenaje y reconocimiento en el Campo Pequeno. Pombeiro -que es un hombre sensible y de nobles virtudes- supo hacer bueno -y a tiempo- lo de... los homenajes y reconocimientos, siempre mejor en vida.
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IMAGEN : Acuarela en Grok, IA)
