Por Eugénio Eiroa.

Vítor Mendes llegó a la cumbre del Toreo mundial por méritos propios, sin padrinos, sin apoyos apenas. Por tanto hizo un camino tremendamente difícil, en donde para abrirse paso hubo de realizar mil sacrificios. Sabía lo que quería y sabía que llegar a ello sería enormemente complicado. Pero sabía que queriendo se podría, siempre que por el camino fuese aprendiendo cada día y no se desenfocase sobre objetivo pretendido, como le sucede a muchos aspirantes a ser figuras que, tras triunfos iniciales, lo estropean todo, deslumbrados por la repentina fama.

Mendes fue clarividente y tremendamente autodidacta. Bebió de todas las fuentes donde hallase buen agua. Me sorprendió mucho su capacidad, pero también su perseverancia en aprender aspectos de la Tauromaquia que le permitiesen seguir creciendo, seguir mejorando.

Le conocí personalmente y le traté bastante durante años en la segunda parte de su carrera como torero. Y puedo decir que me empapé de sus modos y maneras de estar en la Tauromaquia. Le seguí muchísimas veces por plazas de España y Portugal. Y hasta sentí orgullo de lo que lograba en los ruedos, de sus triunfos, porque me consideraba como un amigo. 

Recuerdo, entre mil anécdotas que podría contar, cómo una vez fuimos a verle torear en la Feria de Septiembre, en Valladolid. Era un abarrote descomunal el que allí había. Lleno en la plaza hasta las costuras. Sacamos entradas para un tendido medio, digamos, y allí vimos la corrida en la hermosa plaza vallisoletana. Mendes triunfó... y cuando comenzó a dar la vuelta al ruedo paseando los trofeos alcanzados, sacamos de la mochila una bandera considerable de Portugal y entre dos la mostramos durante un buen rato en todo lo alto... y claro, casi todos los espectadores empezaron a fijarse en nosotros.

Era entonces Comisario General de Policía para Castilla y León, con sede en Valladolid, un gran amigo que antes había sido Comisario de Policía en Vigo. A este buen hombre yo le había saludado antes de la corrida, en las cercanías de la plaza. Charlamos unos minutos, hablamos de mi amistad con Vítor Mendes como razón de mi presencia allí y nos despedimos efusivamente. Durante la función taurina, el Comisario ocupó lugar en el callejón, en una de las contrabarreras reservadas. Y desde allí, claro, cuando sacamos la bandera portuguesa -y la cosa duró todos los minutos de la vuelta al ruedo triunfal de Mendes- mi amigo, el Comisario, se inquietó... y pensó : ¡a ver si va a pasar algo allí y, además, con eso de la bandera de Portugal y en la vuelta al ruedo de Mendes, ese seguro que es Eiroa...!

Aún no había terminado de dar la vuelta al ruedo Mendes cuando en la zona en que estábamos, irrumpieron dos o tres policías, escrutando el lugar y el público allí en apretada presencia... Una vez que vieron que allí todo estaba en órden y no pasaba nada, retornaron a sus lugares en la plaza. Mi amigo, el Comisario, había entrado en preocupación por si la exhibición de la bandera portuguesa llevase a que algún espectador no gustase del hecho y se alterase el orden público. Nada más lejos de la realidad... acabamos haciendo varios amigos e intercambiando tarjetas con los que se sentaban al lado de nosotros en aquella grada. Y además : Vítor Mendes, por lo general, era un torero muy querido en España, allá por donde pasaba siempre cosechó innumerables afectos. Su carácter abierto a las gentes, su indudable simpatía, su tener los pies en el suelo y no ser engreído, le hacían rápidamente ser personaje muy estimado.

Me olvidaba : por supuesto que terminada la corrida, tomé el primitivo teléfono móvil que entonces tenía y llamé al Comisario para darle las gracias. "Nunca está de más preocuparme", me dijo, para añadir : "pero aún así, que sepas que aquí, en Valladolid, en Castilla-León hay muy buena gente". Tuve entonces que decirle :

--No hace falta que me lo expliques, mi abuela Dora era de Castronuño, a la orillita del Duero, provincia de Valladolid, camino de Toro y de la provincia de Zamora. Persona más noble, más buena, más entrañable, no he conocido. Ella encarnaba a la perfección el espíritu de las gentes castellanas.

Y así fue y así os lo cuento.

Otro día, más. Aquí, también. Solo aquí, porque lo que yo viví en la proximidad de la carrera de Vítor Mendes -por ejemplo-, solo yo -y el torero- lo podríamos contar. Por eso solo lo lees aquí, en esta tu casa de la TRIBUNA da TAUROMAQUIA IBÉRICA. 


En la capital de Castilla-León (Valladolid), la crítica elogió al día siguiente de aquella corrida que evocamos, el poderío de Vítor Mendes, al que vemos en la foto en una serie de doblones por bajo para iniciar faena domeñando la embestida del toro... Gran técnica y poderío tenía Mendes.

Cuando se retiró y actuó por última vez en la plaza de Madrid, Diario 16 publicaba esto.

En Lisboa, tirando del toro y aprovechando la embestida de este humillando notablemente...

Nimes le dedicó un homenaje de toda la afición francesa en el día de su adiós a aquella plaza.