Dentro de los contrasentidos derivados -también- de un reglamento taurino "infumable", como el que ahora existe en Portugal, pero sobre todo, producto de la falta de criterio y de la uniformidad en las decisiones que frecuentemente -por desgracia- pueden verse en la acción de los llamados "Directores de Corrida", el pasado domingo, en Vila Franca, se propició otra injusticia...

El señor del palco "director" autorizó la vuelta del ganadero António Ribeiro Telles tras la lidia de uno de sus toros; muy bien. Y, sin embargo, no autorizó la vuelta al ruedo del representante de la ganadería de Paulo Caetano... que echó un novillo de lujo, el primero de los dos lidiados por el novillero Tomás Bastos. Es cierto que el novillo, bien de peso, magnífico en el juego y comportamiento que tuvo en la arena, estaba un poco "lavadito" de cara... pero nada se puede exigir cuando en Portugal el tercio de varas está prohibido (lamentablemente), era un novillo al que -acorde al reglamento luso vigente- no había nada que reprocharle.

Con ese novillo, de excelente juego, Bastos pudo hacer una gran faena, una excelente faena muy aplaudida por el público presente. Sin ese novillo delante, el chaval habría tenido menos oportunidades de triunfo... ¿Qué sucedió entonces? : ¿acaso el señor Director no vio cómo metía la cabeza en los engaños aquel animal...?, ¿o estaba distraído el señor Director y no vio en el novillo las muchas virtudes que todos vimos...?. ¡Qué lamentable!.

El representante del ganadero, su hijo João, presente en el callejón, debió haber sido llamado a dar la vuelta al ruedo. O cuando menos, al novillo, habérsele dado envuelto en los cabestros, una vuelta al ruedo, con el aplauso de los aficionados como telón de fondo.

La Fiesta, en Portugal, cada dos por tres, sigue teniendo estas injusticias, estas incongruencias, estos absurdos, producto de la merienda de negros en que se ha convertido, también por las erróneas y frecuentes decisiones del palco "director" que -como en este caso- mal dirige...

"Duque de Agrolongo" / Foto de Araújo Maceira

El novillo al que nos referimos, de Paulo Caetano, entrando con alegría, fijeza e instantaneidad en el capote, en cuanto empezó a lancear Tomás Bastos.