¡Estamos llegando ya a lo impensable...!. ¡Están llegando esas hordas de fundamentalistas, de esclavos de las dictaduras del gusto, de ovejas fanáticas, en rebaño conducido por manos ocultas...!. La persecución a lo taurino no es un invento; es una repugnante realidad que toca padecer a los que defienden y sienten la Tauromaquia como algo que es necesario conservar...


Como bien recuerda hoy la Fundación Toro de Lidia :
Hace 91 años, los nazis celebraban la quema de libros por considerarlos peligrosos y contrarios a la moral. En 2001, el régimen islámico talibán decidió destruir los Budas de Bamiyán, 
patrimonio Cultural en Afganistán, por ser "inmorales".
Es exactamente lo mismo que los antitaurinos han hecho con la estatua de 
César Rincón frente a la plaza de toros de Duitama en Colombia.

Así de triste y así de duro, tener que asistir y soportar este salvajismo... Sin embargo, muchos que se dicen taurinos,  cobardemente callan en esta hora de la persecución sistemática de que la Tauromaquia es objeto. Callan cobardemente, miran para otro lado, se encogen de hombros como si de estúpidos se tratase... No sabemos realmente lo que esa gente es, que en esta hora en la que toca alzar la bandera de la libertad, andan dando vueltas, como ratas, tratando de pasar desapercibidos, medio escondidos en cualquier lugar...  N. S.)

Verdad como templo la que expone en estas imágenes la FTL


Este artículo de Javier Santiso en @el_pais hay que leerlo urgentemente, 
dice la Fundación Toro de Lidia

Es pecado. Matar. Torear. El buenismo se ha metido hasta en los ruedos. Ahí lo tienes sacudiendo el trapo para que el toro se quite del medio. El mundo moderno no soporta, no aguanta la muerte. De ahí que a los viejos los metemos en los baúles. Los apiñamos en las residencias, ahí los dejamos menguar como si fueran mangos. Ahí se nos pudren, esperando la última cornada, la que te deja sin garganta. La muerte nos ha metido, hundido, el morro hasta en la sopa, asqueando todos nuestros días. De pronto, y sin guadaña, la teníamos segando con alegría.

Por eso la corrida es pecado. Porque te estampa en la cara lo que eres, lo que somos, seres de carne que un casi nada, un pellizco, hace arder como si fuéramos bichos de papel, animales que berrean, maman, que no saben cómo salir de esta, cómo escaparse ilesos de este toril que nos pinza el pezón. Para los que duran, para los que perduran, para los que se dejan llevar por los años, se quedan viejos, hundidos, sin voz, con los cuerpos que se empinan, que se caen a pique, para los que las cuerdas vocales ni les cantan, ella se hace más lenta, pero es la misma sin piedad.

(...)


Defender el toreo es defender la libertad, la bondad, la humildad, todos esos valores pueblerinos, los pregonaba, solitario, Isaiah Berlin. El buenismo tiene aires de santidad, huele a rancio, a cañería, a prohibido, a no hagas. El buenismo quiere manosear los sesos, decir lo que uno y otro tienen que pensar, imponer, prohibir, regentar. Escribe, nos dice, como si fueras un perro apagado, un can sin cuerdas vocales ni genitales. Pinta como un zueco, para que me pueda colgar algo lindo sobre la pared, algo que no hierre, que no moleste, algo que truene, que me deje dormir en paz, aunque me quede sin tubería ni nada que me cornee, que me haga caer hacia arriba, que no me deje ni morir ni vivir.