Texto de EUGÉNIO EIROA- Fotos de Gonçalo Alves Press

---------

Fue un sábado duro para Gonçalo Alves.

Cuando la primera cornada -que pudo ser aún más grave- llega, cuando la sangre brota, es el momento duro, inicialmente duro, en el que no piensa -que pueda llegar- el novillero que empieza, el torero al fin y al cabo, porque hasta ahora ha sido transportado en los brazos de la ilusión, del sueño, del querer ser un día figura del Toreo.

A partir de ahora, recibido el inevitable "bautismo" de la primera cogida, la cabeza de Gonçalo Alves ecuacionará otros extremos, lo que no quiere decir que se vaya a acobardar, se vaya a reservar, se vaya a convertir en otro. Pero alguna cosa más ha aprendido con lo que ayer le sucedió : a perfeccionar esas técnicas que los buenos toreros procuran hacer suyas, a modo de instinto de protección, cuando un toro pone las cosas complicadas al andar por su cara con un engaño que no es sino una tela y un apoyo que no es sino una espada simulada de madera o de aluminio.

Gonçalo es un chaval que merecía ayer mejor suerte, aparte de que nadie merece una cornada. Estaba haciendo una buena faena y el toro le mermó con su cogida. Aguantó en pie, acabó la faena y aún sangrante dio la vuelta al ruedo. Luego, Gonçalo se dejó ir en manos de los médicos que le intervinieron y luego le trasladaron a un hospital.

Gonçalo estuvo en torero : torero bravo, importante, torero de principio a fin de faena. Es en estos momentos, los más adversos derivados de una cogida, cuando más hay que estar con un torero. Y nosotros queremos estar hoy con Gonçalo Alves, hoy más que nunca. Más, mucho más, que cuando corta dos orejas. Porque los apoyos se ven en la adversidad, no cuando el viento sopla a favor.

Un abrazo, Gonçalito.