In Del Toro al Infinito) ___ Por Taurino Bogotá . "...Lo que nos toca hacer, es ser de esos aficionados que pagan un boleto carísimo e...
In Del Toro al Infinito)
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Por Taurino Bogotá.
"...Lo que nos toca hacer, es ser de esos aficionados que pagan un boleto carísimo en la taquilla y que nos da todo el derecho para exigir, sin tocarnos el corazón, toros con trapío. Algo que tenemos que exigirle siempre a todos los toreros, además de que enfrenten toros en puntas, principalmente en las plazas de primera categoría..."
Sin autenticidad no hay emoción y sin verdad no hay futuro.
De Sol y Sombra.
México, 8 Febrero 2023
La historia taurina parece estar siempre en declive y es que si la analizamos con detenimiento a lo largo de los tiempos, constatamos que hay una decadencia de valores constante. Por ejemplo, con la entrada en rigor de la temporada americana, las corridas con las figuras del toreo se me antojan como espacios dejados a la buena mano de nadie, donde la infamia del ganado hace ver a los criadores de bravo como desvergonzados tratantes de carne y mansedumbre. La dureza de lo anterior debe entenderse en función a las palabras de algunos ganaderos que nos dicen que antes que mirar al criador, debemos pensar en los veedores de las figuras que se imponen a los ganaderos, y también en la dictadura actual que sufrimos, donde concentrados y minoritarios grupos de poder económico y mediático, dicen qué es el arte, el toro, la faena, y lo que debe entenderse como crónica y crítica taurina.
Se ha señalado desde esa posición que aquello salido de tono debe entenderse como terrorismo taurino, y en tal sentido, el espectador que piensa distinto ya no es subversivo a secas, sino talibán. El talibanato, sin embargo, no es nuevo, y es tan antiguo como la historia de la dignidad, pues nunca olvidemos, la historia del talibanato taurino es al mismo tiempo la historia de la lucha por la dignidad de la Fiesta de los Toros.
Un ejemplo de dignidad en su momento lo protagonizó el ganadero de Pablo Romero, que prefirió apuntillar sus toros antes que permitir el afeitado en sus toros que le querían imponer algunas de las figuras más grandes de su época, cómo Manolete. Si todos los ganaderos de bravo hoy no cedieran un ápice ante las exigencias de tipo, edad, integridad de astas, reatas y hasta orejas móviles, la tauromaquia sería un asunto más respetable en dónde habría menos cosas que criticar o ataques antitaurinos y quizás hasta la Plaza México continuaría abierta.
¿Por qué no nos indigna en mayor medida el abuso cometido por las figuras internacionales y algunas nacionales en México y Sudamérica? ¿Por qué nuestra indignación no hace sentir con fuerza necesaria hasta lograr que todo esto cambie?
El afeitado, un mal del espectáculo taurino que está fuera de control en México.
Estamos en una época donde el sistema es capaz de doblegar a miles de espectadores inermes ante la trampa. El único y verdadero talibanato taurino es el de la imposición de la trampa, la manipulación y la ausencia de mínimos de rigor. ¿Qué hacer? ¿Debe perpetuar el aficionado ese apuntillado simbólico, dejando de asistir a la plaza, renunciando a su afición? La anterior es una proposición tentadora, pero precisamente falla por cuanto no va a cambiar la realidad del toreo, sino que va a dejar un campo libre y amplio para la explotación de la mentira.
Lo que nos toca hacer, es ser de esos aficionados que pagan un boleto carísimo en la taquilla y que nos da todo el derecho para exigir, sin tocarnos el corazón, toros con trapío. Algo que tenemos que exigirle siempre a todos los toreros, además de que enfrenten toros en puntas, principalmente en las plazas de primera categoría.
Muchos aficionados ya nos estamos cansando de tanto cuento en el ruedo y de tanta coba barata en los medios. Ya no podemos seguir callados ante los abusos que se están cometiendo en nombre de “salvaguardar” y de “proteger” al aficionado.
Los empresarios, veedores, apoderados y toreros tienen que entender que la Tauromaquia solo tiene futuro si son capaces de entender algo fundamental: sin autenticidad no hay emoción y sin verdad no hay futuro. Por todo esto hay que defender el toro íntegro como eje fundamental de un espectáculo, al que han querido quitarle la verdad hasta convertirlo en un show artificial con una mercadotecnia barata, elementos que no serán suficientes para mantenerlo vivo y en estado de coma por más años.
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Por Taurino Bogotá.
"...Lo que nos toca hacer, es ser de esos aficionados que pagan un boleto carísimo en la taquilla y que nos da todo el derecho para exigir, sin tocarnos el corazón, toros con trapío. Algo que tenemos que exigirle siempre a todos los toreros, además de que enfrenten toros en puntas, principalmente en las plazas de primera categoría..."
Sin autenticidad no hay emoción y sin verdad no hay futuro.
De Sol y Sombra.
México, 8 Febrero 2023
La historia taurina parece estar siempre en declive y es que si la analizamos con detenimiento a lo largo de los tiempos, constatamos que hay una decadencia de valores constante. Por ejemplo, con la entrada en rigor de la temporada americana, las corridas con las figuras del toreo se me antojan como espacios dejados a la buena mano de nadie, donde la infamia del ganado hace ver a los criadores de bravo como desvergonzados tratantes de carne y mansedumbre. La dureza de lo anterior debe entenderse en función a las palabras de algunos ganaderos que nos dicen que antes que mirar al criador, debemos pensar en los veedores de las figuras que se imponen a los ganaderos, y también en la dictadura actual que sufrimos, donde concentrados y minoritarios grupos de poder económico y mediático, dicen qué es el arte, el toro, la faena, y lo que debe entenderse como crónica y crítica taurina.
Se ha señalado desde esa posición que aquello salido de tono debe entenderse como terrorismo taurino, y en tal sentido, el espectador que piensa distinto ya no es subversivo a secas, sino talibán. El talibanato, sin embargo, no es nuevo, y es tan antiguo como la historia de la dignidad, pues nunca olvidemos, la historia del talibanato taurino es al mismo tiempo la historia de la lucha por la dignidad de la Fiesta de los Toros.
Un ejemplo de dignidad en su momento lo protagonizó el ganadero de Pablo Romero, que prefirió apuntillar sus toros antes que permitir el afeitado en sus toros que le querían imponer algunas de las figuras más grandes de su época, cómo Manolete. Si todos los ganaderos de bravo hoy no cedieran un ápice ante las exigencias de tipo, edad, integridad de astas, reatas y hasta orejas móviles, la tauromaquia sería un asunto más respetable en dónde habría menos cosas que criticar o ataques antitaurinos y quizás hasta la Plaza México continuaría abierta.
¿Por qué no nos indigna en mayor medida el abuso cometido por las figuras internacionales y algunas nacionales en México y Sudamérica? ¿Por qué nuestra indignación no hace sentir con fuerza necesaria hasta lograr que todo esto cambie?
El afeitado, un mal del espectáculo taurino que está fuera de control en México.
Estamos en una época donde el sistema es capaz de doblegar a miles de espectadores inermes ante la trampa. El único y verdadero talibanato taurino es el de la imposición de la trampa, la manipulación y la ausencia de mínimos de rigor. ¿Qué hacer? ¿Debe perpetuar el aficionado ese apuntillado simbólico, dejando de asistir a la plaza, renunciando a su afición? La anterior es una proposición tentadora, pero precisamente falla por cuanto no va a cambiar la realidad del toreo, sino que va a dejar un campo libre y amplio para la explotación de la mentira.
Lo que nos toca hacer, es ser de esos aficionados que pagan un boleto carísimo en la taquilla y que nos da todo el derecho para exigir, sin tocarnos el corazón, toros con trapío. Algo que tenemos que exigirle siempre a todos los toreros, además de que enfrenten toros en puntas, principalmente en las plazas de primera categoría.
Muchos aficionados ya nos estamos cansando de tanto cuento en el ruedo y de tanta coba barata en los medios. Ya no podemos seguir callados ante los abusos que se están cometiendo en nombre de “salvaguardar” y de “proteger” al aficionado.
Los empresarios, veedores, apoderados y toreros tienen que entender que la Tauromaquia solo tiene futuro si son capaces de entender algo fundamental: sin autenticidad no hay emoción y sin verdad no hay futuro. Por todo esto hay que defender el toro íntegro como eje fundamental de un espectáculo, al que han querido quitarle la verdad hasta convertirlo en un show artificial con una mercadotecnia barata, elementos que no serán suficientes para mantenerlo vivo y en estado de coma por más años.