"Plaza México") "Un silencio indignante, un proyecto confuso, unas coincidencias extrañas" (Mundotoro)
tribuna da tauromaquia
El portal "Mundotoro" publica hoy un interesante Editorial sobre el extraño asunto de la Plaza México, el coso de Insurgentes, la mayor plaza de toros del Mundo. Un texto que les invitamos muy especialmente a leer...
Aparte del perjuicio y la importancia negativa, real y simbólica, del cierre judicial de la Plaza México, no dejan de preocupar los silencios de quienes han de dejarse ver a favor de la plaza y del toreo. Preocupaba este silencio y, ahora, indigna este silencio. ¿De quién? La respuesta es obvia. De la familia Cossío (en concreto Don Antonio Cosío) propietarios de la plaza desde que, en 1946 Don Moisés Cosío, empresario español, la comprara a su primer propietario Neguib Simón. Desde ningún punto de vista o concepto se puede entender que una propietaria supuestamente apegada al toreo, que posee la plaza más grande el mundo, emblema en México desde hace más de 76 años y que produce tauromaquia en la capital mexicana desde entonces, no se pronuncie en sentido alguno. Y los sentidos son varios.
Primero, el sentido del sentimiento. Sentimiento mexicano, responsabilidad para con ese sentimiento y esa identidad de lo mexicano por siglos. Luego, el sentido de la propiedad. El primer sentido, el del mexicanismo cultural y de arraigo, es fundamental. No se entiende que una familia líder en tantas cosas en México, desde el punto de vista económico, social y hasta político, no comparezca para declararse al lado del toreo. No de su plaza, sino del toreo. Declararse al lado de las gentes y ciudadanos mexicanos del toreo. Porque recordamos que la Monumental Plaza México es propiedad suya, privada en su legitimidad de gestión. Pero el toreo, la tauromaquia que hay dentro de esos muros, es propiedad de los mexicanos, de su cultura, de su libertad, de su mexicanidad.
Hay en México, como en España, una frustración popular respecto a los líderes económicos, políticos y sociales, grandes fortunas que no se visualizan al lado del toreo. Siendo propietarios de ganaderías, abonados o incluso, como es el caso, propietarios de una plaza como la que nos ocupa. Hay una especie de protección que consiste en un bajo perfil en general y, en cuanto a los toros, tomar la postura del escondido. Y el pueblo y las gentes de México no necesitan escondidos en el armario. La cultura mexicana del toro necesita que esos poderes individuales bajen pie a tierra y den voz y cara al toreo. El siempre recordado Don Alberto Bailleres lo hizo.
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