Por Jesús López Garañeda

Federación Taurina de Valladolid

Andamos cuantos nos gustan los toros y seguimos las ferias y los varios festejos que se dan en cada temporada algo cabizbajos por la respuesta del público a la llamada de las programaciones festivas. Ahí está el reciente caso de Bilbao donde, presumiblemente hasta hoy, no se alcance a ver el tendido con una entrada considerable que tape los colorines de las butacas.

Bien está que hoy, a la llamada de los popes toreros, los mandamases de la fiesta, los cuajados en el mérito y el tiempo, el coso de Vistalegre de Bilbao se llene de público espectador. Pero a nosotros también nos importa el pueblo, ese lugar pequeño y acogedor que con mucho esfuerzo da toros para gusto y diversión de quienes saben que este rito está incardinado en su propia existencia como tal.

Hace no tantos días en un pueblecito de Asturias Benia de Onís hubo una corrida mixta de toros en la que, SIN AYUDAS ECONÓMICAS públicas, volvió a renacer la fiesta. Y como dice Carlos Ruiz Villasuso, no vamos a contar mentiras. En Benia de Onís (Asturias) se perdió algo de dinero. Por dos razones: porque las ayudas económicas fueron cero euros. Y porque, al tener que levantar la plaza portátil casi tres semanas antes del festejo, su precio se multiplicó hasta los 14.000 euros. Y se levantó con ese tiempo por delante para evitar que se denegaran los permisos, una vez leído el antecedente del año pasado en la novillada suspendida de la Fundación Toro de Lidia.

«Sin ese detalle económico, el festejo habría tenido un resultado económico muy distinto. Y mucho más si este miedo absurdo al antitaurino, no hubiera impedido tener publicidad de la zona. Las cuadrillas han cobrado, los equipos médicos, los trabajadores… Los toreros: Andy Cartagena, Isaac Fonseca y Daniel Medina, y no digamos el ganadero Fermín Bohórquez, se han ajustado a la “causa” de manera honorable. Se ha perdido algo, no tanto. Pero se ha ganado en muchas certezas y, sobre todo, se ha ganado un pueblo que el año que viene, quiere volver a dar toros, así como otros alcaldes de la zona. No se ha perdido, se ha invertido mucho con poco«.

Todos cuantos entramos en ese círculo taurino deberíamos darnos cuenta de lo que supone el esfuerzo, el trabajo bien hecho, la solidaridad y la intención para no malgastar un minuto en considerar si es bueno o malo, si conviene o no conviene, si merece o merece la pena perder, invertir, sembrar para recoger cuando llegue el momento.

Los ejemplos de Benia de Onís, de Melilla, de Cuéllar, de Pedrajas de San Esteban, de Roa de Duero, Medina del Campo, San Sebastián de los Reyes, Tordesillas, Arganda, Mallorca, Jerez, Ampuero, Azpeitia  y de tantos y tantos pueblos de España que echan su labor a barato y dedican sus horas de asueto a correr toros, han hecho salir a sus gentes en una reivindicación fundamental para su propia vida, sobreponiéndose y decir claro y alto que el antitaurino y el animalismo se han convertido ya en un mantra que tapa nuestras carencias para el fracaso. 

«Nuestra negativa a todo lo que no sea el interés privado. Tenemos gente que es capaz de organizar los eventos urbanos de postín. Pero no hay gente que trabaje en los pueblos. Y los pueblos son los que habrían impedido que Gijón fuera víctima de una cacicada».