Francis Barraud recreó esta escena, en forma de cuadro, en 1895, cuando heredó un perrito y unos cilindros de fonógrafo. Parte de las grabac...
Como muchos de ustedes bien saben, el día a día de la Tauromaquia -en España y Portugal-, la organización de corridas de toros, la gestión empresarial de este sector -en determinados casos- ha degenerado no poco, está dejando mucho que desear en los últimos años; justamente cuando más se necesitaba una regeneración, un relanzamiento de la Fiesta.
La seriedad, el señorío, los valores, los méritos, el sentido del compromiso, el afán de superación, la competencia de verdad, el respeto por los públicos... en no pocas ocasiones está siendo atropellado por cierta fauna de individuos disfrazados de taurinos, que han caído como paracaidistas en la Fiesta, para aprovecharse de la Tauromaquia, para servirse de ella, pero no para servirla.
En el caso de Portugal, siendo el volumen de lo taurino considerablemente más pequeño que el de España, las trapalladas, los tejes y manejes, el descaro y hasta la chulería con que algunos se producen... parece que salta más a la vista, como si se hiciere con más facilidad presente.
Y es así cómo, dentro del tinglado -a modo de finca particular- que tienen montado ciertos pseudo-taurinos que se han enquistado en los últimos tiempos en la Tauromaquia portuguesa, se llega a la situación chusca de concurrir también en escena un escriba ya popularmente conocido por "la voz de su amo". Este sujeto, que encima se cree "el ombligo del mundo taurino lusitano", cada dos por tres se hace presente ladrando contra todo y contra todos los que no comulguen con la geringonça, las componendas y el chalaneo que tienen montado determinados "pseudo-empresarios" amigotes suyos.
El escriba este, que vive del tinglado, no hay duda alguna que forma parte del coto cerrado en que algunos impresentables pretenden convertir la Tauromaquia portuguesa. En cuanto observa que alguien aparece en escena y comienza a llamar al pan, pan y al vino, vino, "la voz de su amo" se arranca a ladrar, a insultar, a menospreciar incluso con tintes xenófobos, a difamar si es necesario. Todo por la causa... ya le recompensarán después sus amos y le dirán ¡buen chico!.
Así está la Fiesta. Necesitada de "zotal" para acabar con los parásitos que poco a poco la están hundiendo. Lo malo del caso es que los otros taurinos, la mayoría, la mayoría silenciosa, no abren la boca; callan, incluso cuando aquella banda los atropella y se conforman con algunas migajas que deja de vez en cuando caer de la mesa -para disimular- esa minoría que aspira a hacerse dueña de casi todo... Ya veremos, ya, si lo consiguen...