El sexto toro de la tarde, correspondió a Juanito. Estaba marcado con el número 13, de nombre "Cantanero". Negro, salpicado, braga...
El sexto toro de la tarde, correspondió a Juanito. Estaba marcado con el número 13, de nombre "Cantanero". Negro, salpicado, bragado, meano... con 588 kilos de peso. En fisonomía algo diferente a los restantes lidiados, pero en comportamiento, tres cuartos de lo mismo.
Sale al ruedo desconfiado, como frío, para de seguido echar las manos por delante y proseguir con dos saltos acabando por desarbolar a Juanito cuando este comenzaba con el saludo de capote. Rebrincado, aparenta el toro a primera vista ser ingobernable. Hay que llevarlo al caballo, a ver si se ahorma. En el viaje con la compañía del capote del matador, este "Cantanero" propicia otro enganchón en la capa del torero... Parece que se deja pegar en el primer puyazo, pero ya no tanto en el segundo... por medio, con el torero y banderilleros a correr, tratando de fijar al toro, aquello por momentos parece un descalzaperros. Con el viento arreciando, los capotes vuelan, la lidia del toro es un deseo más que una realidad...
El tercio de banderillas se lleva mejor que en el primer toro. Cándido Ruiz coloca un par bien, arriba, en su sitio. Oscar Reyes hace lo mismo. Cierra Cándido Ruiz pero solo consigue dejar sujeto un palitroque.
Juanito echa agua en la muleta para intentar arrancar con algo más de aplomo en el manejo de la franela. El viento va a más. Ofrece la muleta el torero, pero el toro se escapa... no hay fijeza, no hay clase en aquel bicho. Aprieta mucho el toro hacia los adentros y molesta el viento muchísimo a Juanito en el inicio de faena. El animal cabecea cuando se le intenta torear, busca, dibuja semi-tornillazos... y por si todo eso fuese poco, el viento deja al descubierto al torero cada dos por tres.
Cuando un torero, además de tener un toro complicado enfrente, no puede utilizar debidamente el engaño... ¡apaga y vámonos!; puede acabar el torero por perder el control de la faena, lo que, en cierto modo, acabaría por suceder a Juanito en este su segundo toro. Y es comprensible que así haya sucedido; es un torero joven, que ha toreado muy poco en este tiempo de Pandemia, al que aún le falta algo de oficio, aunque tenga unas cualidades innatas excelentes... y hoy, en el sexto toro, en Madrid, las cosas se pusieron muy cuesta arriba. Sin viento, es probable que hubiese podido apretar las clavijas al "loco" de toro que le tocó enfrente. Con aquel viento que desarbolaba por si mismo al torero, era imposible hacerle a "Cantanero" algo que significase lucimiento.
Juanito es un torero inteligente, que tiene destreza. En la desesperante situación que le tocó en suerte en el sexto de la tarde, optaría finalmente por cambiar al toro de los terrenos en donde nada había que rascar, pasándolo hacia la zona de la puerta de arrastre, intentando torearlo allí, entre las dos rayas. Trató de recetarle lo mismo que al complicado primero de la tarde : mano baja, porfía, empaparle con la muleta, tirar de el... buscaba sujetarlo con uno, dos, tres muletazos con la derecha... pero al tercero el toro cabeceó bruscamente y le enganchó violentamente la muleta con aquel tornillazo que acababa de tirarle... No se arrugó Juanito a pesar de ello. Pero el viento no dejaba operar a gusto al torero. Como pudo, casi a trompicones, porque el toro se revolvía tratando de desarmar al torero, Juanito dibujó algo parecido a una tanda de pases a un toro con movilidad alocada, al que ya no hubo manera -realmente- de meter en cintura por parte del matador.
Cambia la espada simulada por el acero y allá se va, sabedor de que el toro se le ha ido, no ha podido controlarlo, no ha podido decirle aquí mando yo, como bien logró hacer e hizo -no sin enorme esfuerzo- con el primero de la tarde. Y cuando un torero pasa a la hora de la verdad, la de matar, con la asignatura pendiente de una lidia, de una faena que ha sido un fracaso, porque el toro ha estado por encima, la cabeza no está fresca, no está al 100% en la obsesión necesaria, de lograr la estocada perfecta.
Cuadra como puede Juanito al toro, otra vez con el viento complicando el manejo de la muleta que hay que echarle a la cara al animal cuando se parte en el viaje para entrar a matar. Allá va Juanito, pincha en buen sitio, señala, pero lo hace saliéndose del sitio, un poco entrar a matar como Curro Romero hacía... la mano va para allá, pero el cuerpo de uno se aparta, no se echa encima... Juanito no estaba en ese momento concentrado en lo que hacía. Estaba como digiriendo el hecho amargo de que esta había sido, culpa de los toros primordialmente, su tarde negra en Madrid.
Tiene que entrar a matar otra vez. Desde el callejón le animan, tratan de que se recomponga. Esta vez se perfila con mejor estampa y entra con otra convicción : entera y tendida... ¡Ay, que así el toro no va a doblar!. Efectivamente, hay que ir por el estoque de descabello. Suena un aviso. Juanito ha comenzado a intentar descabellar... pero falla una vez, dos, tres, cuatro... suena otro aviso... cambia de estoque de cruceta, vuelve a fallar, el toro no descubre en momento alguno en su testuz; Juanito vuelve a intentarlo pero esta vez lo hace con toda la fuerza del mundo, de tal modo que el estoque de descabello queda allí, clavado, en pie, sobre la parte trasera de la cabeza del animal, mientras este acaba finalmente por rodar... evitándose el tercer aviso y la devolución a los corrales.
EUGÉNIO EIROA)
Fotos : Plaza 1) Plaza de Toros de Las Ventas.
Juanito |