Por Jesús López Garañeda, Federación Taurina de Valladolid.


Aquel dicho que tuvo como insignia en su libro vital el crítico taurino Alfonso Navalón es cuanto hoy me sirve para exponer la acción de dos personajes incardinados en la Tauromaquia que han completado una temporada magnífica, singular y merecedora de reconocer tal y como ahora se hace.

Ellos son Paco Cañamero, el prolífico autor de libros biográficos donde deja, negro sobre blanco, escritos impagables acerca de toreros del ayer y del hoy, con motivos taurinos más que apreciados que cuentan como no digan dueñas los momentos más ganados por la vocación torera de sus protagonistas y el novillero, primer colocado en ese escalafón tras una brillante y emocional temporada donde no faltó ni su espectacular salida por la puerta grande de Madrid.

Paco ha estado esta última semana en Talavera de la Reina, al pie mismo del coso «La Caprichosa» en donde se hizo leyenda la figura de José Gómez Ortega, «Joselito el Gallo», un 16 de mayo de 1920 presentando su libro en el que Capea y Robles ponen en el contrapunto vital de los toreros charros su propia existencia como diestros toreros y además lo hizo acompañado de alguno de sus compañeros que trabajaron en la Tribuna de Salamanca, aquel periódico que dedicaba a la fiesta de toros páginas y gloria como ningún otro, salvo el viejo «Ruedo».

Por su parte Diego García, vestido de bonito y encorbatado ha estado con el Foro Tomás Serrano recogiendo su premio, merecido, y que hoy da cuenta de dos novillos en Dólar (Granada), vestido de corto acompañado de su inseparable cuadrilla, ha sido protagonista este fin de semana en el programa de Tendido Cero emitido por RTVE.

Muchos momentos buenos y otros no tanto aparecerán en el devenir de la evolución torera de este joven de San Sebastián de los Reyes en el que muchos tienen puesta su complacencia, especialmente el mentor y apoyo singular de su carrera, como es Blas García Perdiguero, sin olvidar a su hermano también matador de toros, Álvaro García.

Navalón derramó sus letras por los periódicos de entonces, agrupando críticas, contrariedades, abusos, detalles, finuras, elegancias y miserias del mundo taurino, pero siempre haciéndolo con una majeza, cruda y descarnada en ocasiones, que han dado la medida a la crítica taurina, pero que en pocos años la mano de hierro se transforma actualmente en guante de terciopelo con lo que la chispa de Navalón casi, casi ha caído en el pozo airón del olvido. Tal vez por aquello que dicen que se cazan más moscas con miel que con hiel.

Dos amigos, Cañamero y Diego, a quienes aprecio y distingo siempre, porque ellos también han contribuido a que siga apasionándome por esta singular fiesta de los toros. Y eso es impagable en estos tiempos de zozobra e inquietud.