Por Jesús López Garañeda ) Federación Taurina de Valladolid

La corrida del otro día, en Madrid, fue todo menos una demostración de bravura y acometividad de toros. Un desastre ganadero total que ya va acrecentando y lo que es peor revalidando con las sucesivas apariciones en ruedos como Sevilla, Valencia o Castellón y ahora Madrid.

Los toros de Juan Pedro antes queridos, y hoy también, por las figuras del toreo no dan ni tienen chispa ni emoción, no embisten, no sirven y no muestran la casta de otro tiempo. Y eso que tiene hasta cepillos para que se rasquen los animales allá en los cuarteles de su finca en Andalucía.

Son demasiadas las apariciones en las ferias importantes con petardadas que no merecen recibir los espectadores, una detrás de otra. He seguido todas las corridas de este hierro por la televisión en esta temporada y cada vez el desaliento es mayor. No sirven ni en el caballo ni en banderillas ni en la muleta ni en casi nada que se le parezca. Tan solo su pelaje, bonito y atrayente en ocasiones, es lo único que atrae un poco el interés de la visión.

Y Morante de la Puebla fracasando una y otra vez al anunciarse con esta ganadería que ha perdido el oremus al menos en el comienzo de esta temporada.

Lo siento por este extraordinario ganadero, amable y educado, que es Juan Pedro Domecq, quien ha luchado por conseguir un toro de los llamados «toreables», adjetivo que ya han perdido por las circunstancias y que salen mansos de solemnidad, sin casta ni acometividad como debe mostrar siempre un toro bravo. Se dulcifica tanto la fiereza que al final las ganaderías se disuelven como azucarillos y quedan en la nada.

Corren malos tiempos para este apreciado hierro ganadero pero de los fracasos también hay que aprender para rectificar y poner la solución a esta contrariedad que lleva ya muchos exámenes con suspenso absoluto por esas plazas de Dios y además retransmitido por televisión, lo que faltaba a la gente de la sevillana finca «Lo Álvaro«.

Foto: Federación taurina de Valladolid