Plaza de Iñaquito

La capital de Ecuador, Quito, que tuvo una Feria de lo más importante en América, vive la tristeza del acoso permanente a la Fiesta de los Toros por parte de visionarios en el poder. Todo comenzó cuando se prohibió la muerte del Toro y una serie de limitaciones en la lidia, de manera que convirtieron aquello en una especie de representación teatral. Se dieron algunas corridas así y el interés del público disminuyó de inmediato a la prohibición tan notoriamente que, las corridas, en la práctica, se acabaron en el distrito de Quito...

En Quito, en la plaza de Iñaquito (15.000 espectadores), se celebraba la que para algunos era la mejor feria taurina de América : Feria de Quito "Jesús del Gran Poder", realizada anualmente durante las Fiestas de Quito, entre fines de noviembre e inicios de diciembre de cada año. Se celebró ininterrumpidamente hasta su edición del año 2011, en que una manipulada y torticera consulta popular decidió que se prohibiesen los espectáculos con muertes de animales -en el afán de cargarse en la práctica las corridas de toros, que era el gran objetivo de los promotores de aquel tinglado-, lo que degeneró una baja de las ventas de entradas para el espectáculo-feria de ese año (que ya no podía tener la muerte del toro en el ruedo). Y a partir del año 2012, en que los empresarios fueron fuertemente amenazados por colectivos antitaurinos si intentaban dar Toros aunque fuese en versión ligth, la Feria ya fue definitivamente suspendida por Citotusa, la empresa organizadora, al comprobar que el ambiente era de enorme tensión e inseguridad, además de que buena parte de la afición taurina ecuatoriana no tragaba por aquel esperpento de semi-corridas de toros que pretendía solamente autorizar la autoridad competente...

Desde la prohibición de dar muerte al toro, el interés de los aficionados a este espectáculo no fue igual. Catalina Chiriboga, representante de Citotusa, explicó que toda actividad cultural tiene que tener un desenlace. Al modificar el tercio final de la lidia, la gente sintió que se había atentado contra la tradición y se alejó de las corridas de toros, recogía el diario "El Comrcio".
Pero la plaza -explica Catalina- es un monumento de la ciudad que se está deteriorando. Los muros exteriores están manchados de pintura y grafitis. Desde el enrejado es posible ver algunos burladeros rotos. En los exteriores del predio de Iñaquito, el césped está crecido, la pintura perdió su brillo y hay vidrios rotos en los faroles. Los vecinos indican que delincuentes aprovechan que por la falta de actividad cultural no hay movimiento en las calles cercanas y se producen robos.

La consecuencia fue la plaza de Iñaquito echada al abandono como escenario taurino. Y tres cuartos de lo mismo sucedió de tres años para acá con la famosa y hermosa plaza Belmonte, también en la misma demarcación de Quito. 

Nuestro corresponsal en Ecuador, Luis Allan, nos hace presente un recorte de prensa reciente, que muestra cómo quieren apoderarse de la propiedad -pero no para dar Toros- de la tan bella plaza Belmonte, ahora muy deteriorada por el abandono, desde un tipo que dirige una especie de ballet-grupo de danza, hasta las juntas rectoras de dos barrios quiteños...

La plaza de toros Belmonte es un escenario de la ciudad de Quito dedicado a la tauromaquia y que ahora está al abandono y al borde del desastre.​ Se encuentra ubicado en el barrio San Blas en el centro histórico de la ciudad. Fue inaugurada en 1917 y tiene una capacidad de 3.000 personas. Era propiedad municipal pero estaba concesionada a la empresa Triana Ltda. que intentó tomar el relevo de la inactiva plaza de Iñaquito, dando algunos festejos, hasta que -en la misma situación que Iñaquito- acabó por arrojar la toalla... La Municipalidad recuperó las llaves del recinto y su jerarca anunció que mientras el esté al mando, allí no se dan Toros...

La Fiesta de los Toros, que tanta importancia tenía en la capital de Ecuador, está allí en la práctica muerta, desde la imposición de unos políticos que, instalados en el aquí mando yo, pisotearon los derechos de las minorías -no tan minorías además- que gustaban de la Tauromaquia. 

La centenaria Plaza Belmonte