Los toros: fiesta o la Fiesta / por Antolín Castro
In "Del Toro al Infinito"


 

... los toros, la Tauromaquia, son La Fiesta, con mayúsculas. Esa Fiesta que da sentido a un rito heredado como un bien cultural desde muchas generaciones atrás. Además, no es comparable con nada.

 

Los toros: ¿fiesta o La Fiesta?

Por Antolín Castro
Madrid, 15 Noviembre 2021

Será pura coincidencia el llamarlo de una manera u otra, pero no es lo mismo.

Cuando citamos fiesta, o fiestas, con minúsculas nos estamos refiriendo a que todas las actividades en las que participa el toro bravo viven o se identifican con las fiestas patronales, con las fiestas de las ciudades y los pueblos.

De ahí que se le asocie, con excesiva frecuencia, como un espectáculo más de los que se ofrecen en las localidades cuando tienen lugar las fechas de celebración de su Santo Patrón o la Virgen del lugar. Las verbenas, las atracciones, el baile, incluso y hasta hace bien poco, el circo. Todo tiene lugar en la ciudad para regocijo de sus habitantes, los festejos taurinos también.

Para otros muchos, entre los que me incluyo, los toros, la Tauromaquia, son la Fiesta, con mayúsculas. Esa Fiesta que da sentido a un rito heredado como un bien cultural desde muchas generaciones atrás. Además, no es comparable con nada.

De sus profundas raíces extraemos el enfrentamiento entre el hombre y la fiera, ese que, extendido por toda la geografía hispana, nos identifica en el mundo como propio, como algo que España lleva dentro y que contiene y conserva, mientras evitemos que lo liquiden, los grandes valores que atesora.

De ahí que no me guste nada cuando se frivoliza con eso de ‘que la gente viene a divertirse’, lo que a todas luces da pábulo para que muchos hayan creído que la muerte del toro en la plaza sea algo divertido, que es el principal motivo por el que se sienta uno en una plaza.

No es verdad en absoluto, La Fiesta, sus valores, trasciende mucho más lejos, es la viva representación del enfrentamiento con la muerte y no solo del torero, también de quienes presenciamos el rito en tiempo real.

Todos saben, sabemos, de la matanza de animales, pero ninguno quiere presenciarlo en directo, a salvo del que ha de ejecutarlo. Ahí está la prueba de que ese rito alcanza sentimientos y sensibilidades que te acercan a la muerte, sí, pero a través de un enfrentamiento vital y a la interpretación de momentos artísticos de insuperable valor ético y estético.

Ética y estética se dan la mano para dignificar esa muerte, que al contrario que las del resto de los animales de consumo, venden cara su vida y dejan para siempre grabado el nombre del toro, así como su comportamiento. Cuando llega el indulto, vencida por méritos la muerte, adquiere el toro bravo la dimensión de héroe, por encima incluso de su lidiador.

Por todo eso no es una fiesta, es la Fiesta que consagra unos valores, otorgándole al toro bravo la dimensión de insacrificable por su comportamiento ejemplar. Vayan pasando, si pueden, los que alcancen a decir lo mismo de cualquier otra raza de animales. La Fiesta es una, las fiestas son otra cosa y son muchas.