Por Jesús López Garañeda
Federación Taurina de Valladolid

El espantajo antitaurino con el que se enfrenta la Tauromaquia

Y además lo hace a cara de perro. A la vista están los numerosos ejemplos que se han conocido en estos últimos años. No importaba que cayera algún torero, no. Daba lo mismo, incluso servía de argumento de mofa y befa, al final castigado como no puede ser menos. Ahora llegan las prohibiciones de quienes están al frente de responsabilidades gubernamentales, como la propuesta de no hace tantos días queriendo se impida a personas pequeñas practicar su vocación, su arte y su forma de torear. Sin olvidar reglamentar los accesos a las plazas de toros a menores, prohibiéndoles y obviar sus derechos conculcando su libertad.

Pero los tiempos dicen que lo traen y lo llevan. Y algo de realidad empírica así es, pues surgen cada vez más fuerte las opiniones que difieren de esa uniformidad pretendida por las grandes asociaciones de dinero y patraña.

La ola antitaurina es muy fuerte, cada vez más fuerte y con mayores medios. Por eso la Tauromaquia hace bien en rearmarse de forma asociativa, unirse, complementarse, ayudarse los del gremio para hacer frente a tantos y tantos ataques furibundos como sufre en tantos ámbitos de la vida.

Y como están cambiando tanto y a vuela pluma las ideas y las cosas, de tal forma que ni una queda con poso de pervivencia, no es extraño que, por ejemplo ahora y con tanto problema para hacer frente al recibo y a la producción eléctrica, surjan voces favorables, cada vez más, a la instalación de centrales nucleares que dan energía abundante y barata.

Y aunque el lector se pregunte qué tiene que ver la luz con la Tauromaquia, la vida de las personas sigue condicionada una y otra vez, una época y otra, por ideas que a veces parecen peregrinas pero que, machaconamente repetidas, llegan a formar una opinión y a convencer a muchos receptores.

La Tauromaquia necesita unidad, necesita estudio, adaptación a la realidad y a tantas circunstancias como la rodean, incluso rejuvenecimiento en el que ya está inmersa, pues la gente, comparada con el porcentaje de su edad, que más va a los toros es la de 18 años. Y porque como avisa Apaolaza: «los antitaurinos tras apedrearnos a nosotros, apedrearán las carnicerías«.

TARDE DE TOROS. Cuadro de JOSÉ PALOMAR