Por Jesús López Garañeda / Federación Taurina de Valladolid.

Fotos : José FERMÍN Rodríguez

FICHA DE LA CORRIDA.
Casi lleno. Última de feria en Medina del Campo (Valladolid).
Toros de Domingo Hernández, terciados, justos de fuerza, nobles,
Miguel Ángel Perera, dos orejas y dos orejas.
Emilio de Justo, oreja y dos orejas
Juan Ortega, silencio y aplausos.

LA CRÓNICA

Ya parece tónica habitual de repartir orejas de los toros como si de aguinaldo generoso y navideño se tratara, cuando los premios tanto las orejas como el rabo de las reses se entregan por faenas hechas a los mismos con sentido de la medida, poderío, grandeza, entrega, singularidad, temple y mando y además rubricadas con la suerte de matar como mandan los cánones, en el hoyo de las agujas. Pero todo eso, o casi todo se pasa por los flecos de la alegría, de la generosidad y de los silbidos al palco que no tiene más remedio que claudicar para evitar el abucheo. Y aquí paz y después gloria y los toreros tan contentos.

Hoy han sido siete peludas las repartidas para dos espadas, mientras que al tercero le han dejado la escudilla con el caldo, sin carne alguna. Y es que la feria de Medina del Campo ha llegado a su fin con bien y homenaje a un torero de la tierra que tragó el miedo y dedicó su vida a esta profesión grandiosa en la que uno arriesga la barriga y la propia vida por dar unos pases a un toro. «El Cuco» medinense, Agustín Boya, recibió el homenaje póstumo de sus paisanos inaugurando un azulejo en el coso del Arrabal. Estuvieron presentes sus hermanos, sobrinos y familia quienes vieron cómo la placa conmemorativa de su recuerdo, junto a las emotivas palabras de Domingo Nieto y de la Concejala del Ayuntamiento Conchi Lucas junto a la de Medina primero, Olga Mohíno, emocionaron a muchos de los presentes. El Cuco cantó de nuevo en su Coso del Arrabal en donde tomó la alternativa.

Y vamos a la corrida de cierre de las ferias y fiestas de San Antolín de este diferente, raro y pandémico 2021 que trae nuestras vidas a mal traer desde que salió del huevo ese virus que vino de China.

Muy buena entrada en la Plaza medinense, donde antes de romperse el paseíllo, se guardó un minuto de silencio por las víctimas del Covid tras de cuyo tiempo resonó el himno nacional, magníficamente interpretado por la Banda Municipal de Medina del Campo entre la ovación generosa del público.

Se han lidiados seis ejemplares de Domingo Hernández, terciados, con escasas fuerzas y nobles. Toritos para que disfrutaran los diestros e hicieran disfrutar al público. Pero, pese al número de trofeos concedido, las faenas adolecieron de capacidad para enardecer al respetable. Perera con cuatro orejas, dos en cada uno de sus enemigos, logradas merced al arrimón encimista donde lo mejor estuvo en un cambio de manos sin moverse en el primero de su lote al que dejó crudo en el caballo y el comienzo de faena a pies juntos frente al cuarto, mostró su poderío ante un toro desrazado que acusó mansedumbre, supliendo con nobleza su mala cualidad. Lo despachó con media estocada y le dieron dos orejas. Causaba sensación desproporcionada la altura del torero con la alzada pequeñita del toro.

Emilio de Justo lidió al suyo, terciado, anovillado, que salía de los cites con la cara alta, pero al que de Justo daba el tiempo necesario, haciendo gestos ostensibles con la mano de espera y tranquilidad. Hay un momento en que el toro hace hilo y desaira el final de su faena al rajarse el torete. Un perfecto volapié pasaporta al animal al desolladero y tras levísima petición, asomó en el palco el pañuelo para conceder la oreja de las llamadas póstumas cuando ya el caballo de tiro se llevaba al ejemplar.

Ante el quinto, un colorado de Domingo Hernández que peleó en varas más de geñudo que de bravo fue lidiado por Morenito de Arles y se observa que el toro se cuela por el pitón izquierdo. Suenan palmas de tango de entre el público en protesta por la lidia desordenada de la cuadrilla. De Justo en su faena atemperó el viaje del toro y con entrega y mando, templó su embestida, basando su faena por el pitón derecho. Una estocada entera y dos orejas para el diestro de Torrejoncillo.

Y Juan Ortega que solo tuvo apuntes en el cuaderno de su lidia al recibir al tercero con estilo y espaciosidad, pero el toro, descastado y sin ganas de pelea, sin celo y con fuerzas más que justas, manseó en momentos de la lidia. Además escarbó como no digan dueñas en el fresco albero medinense con lo que Ortega ni pudo expresarse con el regusto y cadencia de su torería. Pinchazos con el acero. Un aviso y a recoger bártulos. Ante el sexto, casi un calco del tercero, terciado y con poca fuerza, tan solo unos lances a la verónica pausados pusieron una nota de regusto que se quedó en nada poco después.

Al final del festejo salieron a hombros Perera y de Justo, más por la alegría de los medinenses y el obsequioso palco presidencial que dio mucho más premio del merecido a consecuencia de silbidos y gritos que por el trabajo vocacional de los toreros. Pero así están las cosas últimamente.

Nota Bene ) Nuestro agradecimiento a Rafael Ayuso por su apoyo a nuestro medio de comunicación en las acreditaciones.